Del bochorno a la tristeza

No es posible digerir cuando los amigos de uno se pegan, entran en una vorágine de sinsentido, y sin saberlo, y sin quererlo, hieren profundamente lo que se viene construyendo hace tanto tiempo. No hay razones visibles para pensar y entender lo que pasó. Quizás hayan surgido cuestiones ajenas al partido, se hayan entrelazado de alguna extraña manera y confundido en puños y brazos que no pensaron pero hicieron daño. Ojalá esto sirva para

darse cuenta de que se trata sólo de la Copa Episco. Nada. La Copa Episco organizada por gente  improvisada y jugada por jugadores amateur, donde se gana una copa que ni siquiera se lleva a casa. ¿Qué es lo que puede enojar tanto? ¿Un lateral mal cobrado? ¿Qué es lo que hace que juegue fuerte tratando de lastimar al jugador adversario?

Alerta más todavía que en los 57 minutos jugados entre Big Boy y La Popular hubieron los roces cotidianos (y molestos) que se observan en los partidos de la última época. Pero nada más. ¿Será que esa bomba de tiempo puede estallar en cualquier momento y con cualquiera?

Da bronca que pibes amigos no se hayan podido controlar.

Ahora a la organización nos toca la difícil tarea del "después". Tendremos que sancionar a los amigos para que este campeonato no muera allí. Haremos lo que podamos. No filmamos, ni tenemos fotos. De lo que pudimos ver e interpretar sacaremos conclusiones. Un pedido más: todos saben que es nuestro último torneo, que estamos tratando de poner toda la carne disponible al asador, pedimos que, lo que queda, sea al menos digno.