A cinco del final y cuando parecía que las cartas estaban (injustamanete) echadas, el Cuervo Cervirizzo, silencioso, encontró lo que estuvo buscando durante todo el partido: una oportunidad. Robó la pelota en la salida de Big Boy, se animó a entrar al área , midió el arco y al arquero que salía y cruzó un remate con destino de red que liberó toda la energía contenida de Los Tanos, que merecían algo que en los últimos partidos no se les dio. Selló el empate que puso justicia no al flojo desempeño de ayer, sino al esfuerzo por construir una identidad de juego que no se reflejaba en los resultados. El partido fue malo. De movida fue un ocho contra ocho por la lesión de un player azul y suspensión de un rojo (que insólitamente se presentó a jugar) que no supieron remontar, por lo que ambos equipos lucieron desequilibrados. Con un primer tiempo para el olvido, las piernas cansadas y la sorpresiva respuesta de varios jugadores a media máquina promovieron un poco más de emoción de frente a los arcos en la segunda parte. A los 10 una corrida de Martín Mosqueda por izquierda ganándole a la defensa y un remate cruzado obligó una buena respuesta del arquero Coscia que mandó la pelota al córner. Unos minutos después, fue el bigboy Villar quien, al estilo Play Station, llevó la pelota del centro de la cancha hasta el área con un remate que desvió el arquero al córner rozando el travesaño. Tanta sequía de peligro puso nervioso a más de uno que puso el grito en el cielo reclamando meterse en el partido. La mala racha se quebró a los 19 cuando la usina de fútbol de Big Boy, Pedro Ergo, puso un toque de magia abriendo por derecha para Lucas Bertarelli quien guapeó en el área y cruzó un disparo que mandó la pelota a guardar adentro del arco tano. El arquero rojo no lo podía creer, porque si bien su equipo no anduvo para nada bien, el rival tampoco y semejante cosa no puede ser premiada para ninguno. Cuando los minutos ya se extinguían algo iluminó a Cervirizzo.
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